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Günen (Villa Alemana, Chile)
Andrea Pallán (Chihuahua, México)
Árbol de la Roca (Santiago, Chile)
La contaminación como onto-lógica de la producción
Por Günen
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Todes los seres co-emergen en redes metabólicas comunales, tejidas por diversas relaciones de nutrición en las que se cifran pasados, presentes y futuros de sus derivas co-evolutivas. ¿Qué comes que adivinas? En estas redes, y redes de redes, los individuos co-emergen en intracción (Karen Barad), es decir, no son preexistentes a las relaciones que los constituyen. Dime que comes y te diré quién eres.
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En una transgenealogía que va desde el liberalismo romano al capitalismo global demasiado tardío constatamos la negación de las relaciones de nutrición y su mistificación como relaciones de producción. Mientras la atención a las relaciones de nutrición cuida de las múltiples dimensiones del presente (pasado y futuro incluidos), su mistificación como relaciones de producción es obsesión por un futuro que niega su respons-habilidad (Donna Haraway) ética con sus dimensiones presentes y pasadas, y por lo tanto se ha vuelto abstracto. Su concreción es un no-futuro. Cuando el último árbol sea cortado, el último río envenenado, el último pez pescado, sólo entonces el hombre descubrirá que el dinero no se come (proverbio Cree).
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Algunos aspectos de las relaciones de nutrición han sido enmarcados y distorsionados por la ideología progresista de la producción como relaciones de re-producción, focalizándose principalmente en las relaciones humanas intraespecie y ocultando los aspectos éticos de nuestras relaciones interespecie. Por su vertiente, teorías no progresistas de las relaciones de nutrición podrían revertir la producción en transducción. No más pajas mentales.
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La basura es la mayor innovación de las sociedades llamadas modernas. Lo que llamamos contaminación no es más que la irrespons-habilidad de las sociedades dominantes para con sus redes metabólicas e incluso para con el cosmos (ya perdí la cuenta de cuántos científicos han propuesto solucionar el problema de nuestra basura tirándola al espacio exterior; aunque en el espacio estrellado ven “el pasado” nada impedirá a los progresistas el deseo forcluido de contaminarlo). Mientras Buckminster Fuller escribía en el siglo XX “la contaminación no es otra cosa que los recursos que estamos desperdiciando”, los salish en Sumnuw, antes de la colonización y el genocidio europeos, construyeron con sus conchales (midden) obras hidráulicas, co-creando biotopos como jardines de almejas en los que se nutrieron múltiples especies. Esto es un ejemplo de una cultura no raptada por el genio (individual) humano y su (re)producción y en la cual no emerge por lo tanto algo como la basura ni mucho menos un basurero en su sentido moderno, como gesto de irrespons-habilidad para con las otras formas de vida que nos constituyen. Otro ejemplo es la terra preta amazónica.
Apéndice. Aunque emergen bacterias capaces de nutrirse de plástico, asumiendo respons-habilidades que la sociedad llamada moderna se negó a pensar, el plástico es la basura por excelencia porque, a diferencia de otros materiales de uso social humano, no es percibido como fruto de relaciones interespecie ancestrales (como madera o caucho) o novedosas (como ácido poliláctico o compuestos de micelio), sino que bajo el velo de un producto de la invención humana, exclusivamente humana, es decir de la mente humana fragmentada y revertida sobre sí misma, “un invento de tal científico en su laboratorio”, “un invento de la humanidad”. Así, mientras para el mohawk el plástico es Tierra, y no puede privarse de comer pescado contaminado con PCB sin privarse de tejer sus redes de pesca al mismo tiempo que teje su cultura, los fragmentos de deshechos de plástico, sobre la hierba o flotando en la mar, enrostran al “Hombre” su impureza constitutiva (Alexis Shotwell) sentida como autodesprecio, lo que conduce una y otra vez a su fragmentación. La contaminación es colonialismo dice Max Liboiron.
Lo que vuelve al plástico basura podría no ser la velocidad de biodegradación de su “sustancia material”, si no las irrespons-habilidades materiales de las que participa, como un desgarro en la matriz de relaciones de nutrición.
La línea ilusoria entre individuo-comunidad
Andrea Guzmán
¿Hasta dónde estas líneas divisoras nos alejan del otro humano, del otro animal y del medio ambiente?
Comencemos por construir al ‘’otro’’ ¿Qué es? El otro es tan amplio que podemos considerar a todo ser vivo que influye en nuestro desarrollo cognitivo, desde los progenitores que son los primeros agentes sociales con los cuales tenemos contacto físico y emocional, luego los animales no humanos que a través de la domesticación que tiene aproximadamente 12,000 años de antigüedad, han sido parte de las dinámicas de agricultura y alimentación, han acompañado a la humanidad en su desarrollo tanto de sobrevivencia como comportamental , incluso el medio ambiente, el cual proporciona las herramientas y condiciones climáticas para la evolución de especies y por ende se convierte en espacios de desarrollo de diversas sociedades, por lo cual vamos respondiendo que el otro y yo siempre han estado en constante interacción.
Es así, que el individualismo se convierte en un concepto reduccionista que aleja y rechaza la colectividad, ¿qué sucede entonces con el cúmulo de experiencias adquiridas? ¿Las interpretaciones de la realidad que son construidas a través de lo que se observa, escucha, se toca? La experiencia es relevante pues es uno de los elementos que conlleva la otredad, la alteridad, el propio centro de la intersubjetividad. El lenguaje que se edifica en múltiples niveles, desde la adquisición hasta la interpretación y adaptación en contextos particulares, el lenguaje necesita del otro para su significación.
Estamos en constante interacción con muchos otros, desde humanos, animales y ambientes, si el otro es lo que yo no soy, ¿Qué soy que no sea algo ligado al contacto con los demás, al efecto que me produce la socialización? Y sobre todo como este alejamiento nos provoca negar los otros niveles de interacción, el de la animalidad y el ambiental, este último siendo el punto culmine que engloba a los antes mencionados, el ambiente se convierte pues en un útero que transforma a los seres vivos , dotando de sentido , vida y muerte , es una metamorfosis continua que a través del tiempo ha influenciado en la cosmovisión de las sociedades , ciclos de vida, de siembra , estaciones , movimiento en simples palabras , pero tan compleja que llega a ser parte de la conciencia de la existencia propia y de los otros, así que en este momento podemos incluir un concepto sumamente cuestionado llamado cultura , la última pieza en este entramado juego y posiblemente la que sea parte de la problemática central ¿Por qué somos tan indiferentes y alejados de nuestro ambiente? Imaginemos una confrontación entre medio ambiente-cultura, en la que nuestra posición antropocéntrica altera y destruye la naturaleza, ¿suena conocido? ¿está todo perdido? Aún no, ciertamente, aunque el panorama sea poco alentador, la propia colectividad nos da la posibilidad de comenzar a rechazar y destruir las líneas políticas y legislativas que niegan el reconocimiento de la naturaleza y los animales no humanos como sujetos de derechos. Una postura holística, una ciencia ecológica que funcione en pro de la sustentabilidad ambiental y esto requiere una reestructuración de posturas éticas y morales sobre nuestro lugar en el planeta Tierra, donde compartimos espacios con otros seres vivos, la conciencia y reconocimiento de la interdependencia y parentesco en común entre todos.
Comunidad, colectivo…como usted prefiera referirse al hecho de que el individuo por sí solo no es más que una simple numeración que necesita al otro para construir (se) para convertirse en un con unidad que genera verdaderos cambios profundos desde una consciencia compartida.
El Vínculo En Ascenso, Reseña para El Infarto Del Alma
Árbol de la Roca
El Hospital psiquiátrico Philippe Pinel en sus inicios fue recinto ocupado del tratamiento de pacientes con tuberculosis. En 1968 fue reformulado y se destinó para los traslados de los pacientes con enfermedades mentales, principalmente de indigentes que, a mediados del siglo XX, eran muy habituales y de los más marginados por la medicina, otros analfabetos o campesinos que incluso carecían de una identidad o registro civil.
En los 90 la fotógrafa Paz Errázuriz junto a la escritora Diamela Eltit, en su libro El infarto del alma, (2010) crean esta obra, que se diferencia de las lecturas habituales y explora nuevas formas de llevar un mensaje: el de la unión entre amor y locura. Para nosotros, los lectores es una obra que transforma, pues posee una escritura detallada, acompañada de poesía muy visual diferente a muchos de otros libros que trabajan el tema, solo desde el aspecto clínico. Sus imágenes y la poesía van fraccionando lo crudo y hermoso que es el amor en todas sus circunstancias; a pesar del encierro y condicionados por un mal llamado estado mental. Esto, explican las autoras, no es un determinante para la generación de vínculos, lo que permite de esta forma poder generar el atrevimiento necesario para seguir adelante en comunidad, ya sea juntos a sus amigos o parejas.
El sentimiento del amor y sus inauditas formas de crear alianzas; el proceso de las decepciones relacionadas al odio e indiferencia, son en su reflexión, el mayor responsable de esta carencia… en el olvido que ellos experimentaron, persistieron. Diamela Eltit comentó que la mayor satisfacción de su obra vino cuando se encontró con el exdirector del centro, quién le dijo que a los doctores que “esas imágenes les habían abierto una puerta para mirar a sus pacientes con más dignidad” resituando desde el olvido la condición las innata de todo individuo, su expresión más compleja de hacer humanidad.
