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Lecturas sin corsé

(por Petra)

 

“Si uno puede meter sus cinco dedos a través, es una reja, si no, una puerta”…

(J. Joyce, Ulises)

 

Representar el espíritu amplio del conocimiento a través de los sentidos. La lectura -particularmente el título- de un libro de Didi-Huberman hacer recordar otra lectura -esta vez un grandioso detalle- de la novela de Mishima leída hace años. Se desarrolla en un paseo al aire libre en el cual el anciano y su amiga posan para una fotografía en la que solamente sus ojos se asoman por el agujero de una especie de fondo, de aquellos que se usan para simular una escena ficticia y las personas juegan a disfrazarse de algo que nunca lograrían ser en la realidad.

 

Al posar sus ojos sobre los agujeros -con lo que imprimirán su sello personal al paisaje- esperando que del otro lado el observador les tomase la fotografía de rigor; el anciano observó el paisaje humano que se aglutinaba detrás del tabique/escenario que separaba a la pareja de la realidad. Observó que decenas de ojos se posaban sobre los suyos -lo único real de todo el montaje- y quedaba pasmado observando los ojos de los observadores. Estas miradas concentraban toda la intensidad del acto, que trastocaba la direccionalidad de lo observado/oculto: lo visto y lo que nos mira, como dice Didi-Huberman.

 

Me quedó grabado ese momento de la novela, precisamente por el profundo sentido subversivo del relato, quizá por la fuerza con la cual el texto sugería ampliar los sentidos para intentar comprender desde otras formas y espacios: desde ahí la experimentación sensitiva de la cita de Joyce por parte del otro autor.

 

Y es que estos meses de encierro han invitado a los sentidos a regresar junto a nosotros/as. Escuchar el silencio de las sirenas de Kafka, escuchar el silencio de las calles semi vacías durante las noches. Escuchar las sirenas de Avraamov entre los coros revolucionarios. Observar, leer las imágenes de su musicalidad, son actos que nos invitan a pensar que la creación humana no sabe de cárceles cuando es posible abrir la puerta a los sentidos.

 

Observar antiguos mapamundi… observar el cuadro de El Bosco y tener la ocasión de escuchar un pedazo del infierno a partir de las partituras que un músico observó, leyó y sonorizó. Las partituras las extrajo del culo de uno de los personajes del cuadro.

 

Leer imágenes interminablemente desde la pintura de El Bosco. Hallar, después de mucho rato y casi sin querer al pequeño ser, mitad pato, mitad hombre, mitad sirena, que plácidamente lee un libro, con su cuerpo dividido entre el aire y el agua de un charco oscuro, allá abajo, casi cayéndose del cuadro del Paraíso; como queriendo decirnos que su futura ubicación será al lado de los bohemios -incluyendo el culo musical- en la tabla del Infierno.

 

En buena hora sería: la música, los libros, las imágenes se aparecen como síntesis de los sentidos desbordados en tiempos de crisis, como aquello que nos hace humanas, inteligentes y abundantes, desencorsetadas de la culpa, liberadas al conocimiento.

 

Valparaíso, 16 de julio 2020.

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Imagen: Detalle de “El Jardín de las delicias”, El Bosco.

De Tiresias a Orlando: algunas notas sobre la transgresión del género sexual y la escritura como desafío.
Ana María Cristi
 

 

I

¿Qué es lo que vio Tiresias sobre el Helicón? ¿Acaso fue lo mismo que vio en monte Cilene? Tiresias, el adivino, tiene una larga historia. Por una parte, el mito en su versión corriente indica que fue castigado por ver el acoplamiento de dos serpientes y luego, tras separar a la hembra del macho con su bastón, fue convertido en mujer. Siete años más tarde, Tiresias repite la historia y, separando al macho de la hembra, volvió a su condición de varón. Es por esta razón que será convocado por los dioses Hera y Zeús para dirimir en su conversación sobre el placer sexual. Se le pregunta, tras conocer su experiencia, si es el hombre o la mujer quien logra mayor placer en las relaciones sexuales. La respuesta de Tiresias es clara: la intensidad del placer femenino no se compara, en absoluto, con el placer masculino. Al escuchar esto Hera se indigna y en castigo enceguece a Tiresias, sin embargo, Zeús, en recompensa, le otorga el don de la adivinación. Por otra parte, el mito narrado por Calímaco indica que fue castigado luego de ver a la diosa Atenea bañarse desnuda en un lago. El contacto visual con el cuerpo andrógino de la diosa despierta la cólera de Atenea dejando al efebo ciego para el resto de la eternidad. Se devela, así, el secreto de la bisexualidad de Palas: la virgen viril al desnudo es un cuerpo masculino mezclado con el velo de la virginidad. Y, es también, un cuerpo femenino teñido de suaves y hermosos rasgos viriles. Es, en definitiva, la divinidad posada en las aguas, en el silencio del medio día.

En ambas versiones del mito es el juego de la ambigüedad genérica aquello que representa la figura de Tiresias. Tanto en la observación como en la experimentación, Tiresias transita entre la suposición y el padecimiento, o bien, entre la creencia y el conocimiento. La dualidad se refleja en el cuerpo, pues, en su materialidad, se deshace la dicotomía entre lo femenino y lo masculino y, desde ahí, acontece la multiplicidad en un continuum lúdico y amorfo que proyecta la convergencia de ambos géneros. Esta convergencia, al mismo tiempo, permite visualizar en el mito de Tiresias una cierta lucidez respecto a la diferencia con que lo masculino y lo femenino se proyecta en la cultura. Esta diferencia, que los griegos problematizaron con insistencia en su literatura clásica (especialmente en las tragedias), se visualiza, por ejemplo, en “la paradójica andreía de las mujeres” (Loraux 274) y en el “paradigma femenino” (Loraux 148) de los varones. Algo que, sin duda, recoge Orlando de Virginia Woolf para cuestionar la taxativa polaridad con que la cultura occidental desplazó a las singularidades híbridas que componen lo que actualmente se conoce como identidad de género. 

II

Orlando, quien al igual que Tiresias experimenta las pasiones tanto de un cuerpo masculino como de un cuerpo femenino, logra representar al género como un simulacro travestido que culturalmente indica la presencia de un hombre o de una mujer. A pesar de que “sus formas combinaban la fuerza del hombre y la gracia de la mujer” (Woolf 121), serán las simulaciones de actos y estéticas aquellas que diferenciarán su posición en la sociedad. Es interesante considerar que para Orlando “el cambio de sexo modificaba su porvenir, no su identidad” (121), razón por la cual la novela logra dar cuenta de cómo el personaje reflexiona críticamente sobre “los secretos y flaquezas de ambos sexos” (139). En este sentido, la diferencia de género será una de las variantes sociales que permitirán dilucidar las dificultades que la mujer debe sopesar durante todo el transcurso de su vida. La reproducción de la feminidad es un arma de doble filo que obligatoriamente deben aprender las mujeres para reconocerse y ser reconocidas en la sociedad: “solo simulaciones” (191) destinadas a la supervivencia. En definitiva, costumbres, disposiciones corporales y discursos que, como posteriormente diría Judith Butler en El género en disputa (1990), logran hacer del género una repetición estilizada de actos corporales (273). No por otra cosa Orlando permite reflexionar en torno a las convenciones sociales negativas o restrictivas que se han estructurado en torno a la mujer, aludiendo, constantemente, a la desigualdad genérica que subyace entre lo femenino y lo masculino en las distintas épocas que al personaje le ha tocado vivir.

III

Asimismo, su “estado de alma vertiginoso” (139) le exhorta a cuestionar la identificación con que el traje –evidentemente social– determina al género: “son los trajes los que nos usan, y no nosotros los que usamos los trajes […] ellos forman a su antojo nuestros corazones, nuestras lenguas, nuestros cerebros” (164). El traje es la máscara del sexo, una construcción genérica que diferencia a hombres y mujeres marcando la distinción entre cuerpos y actitudes. Una distinción que Orlando pareciera no hacer propia, pues constantemente “desrealiza la coherencia identitaria y la hace depender de ciertos flujos vitales” (Grau 191) que le permiten “recoger una doble cosecha” (192), es decir, le permiten experimentar, desde la ambigüedad de género, mayores goces, placeres y conocimientos. Así pues, atendiendo a la potencia vital de su tránsito, la novela logra abrir un interesante panorama respecto a la multiplicidad de posibilidades combinatorias que subyacen de la subjetividad. Mediante la deconstrucción del personaje, se observa una reflexión en torno al autoconocimiento que versa con el descubrimiento de un yo-desligado o en proceso de des-sujeción:

«Estoy creciendo» […] «estoy perdiendo mis ilusiones, tal vez para adquirir otras» […] era un proceso fastidioso y desagradable. Pero era estupendamente interesante […] y revisó, como si tratara de grandes edificios, el desarrollo de sí misma a lo largo de su propio pasado […] Orlando había formado, o había tratado de formar, porque Dios sabe lo que tardan esos desarrollos, un espíritu capaz de resistencia. (153-154).

El crecimiento que experimenta Orlando al desligarse de las vestiduras se convierte, en cierto modo, en la capacidad reivindicativa del Sujeto para configurar su propio ser en el mundo. Esta capacidad no solo le permite posicionarse críticamente frente a las simulaciones discursivas y no-discursivas del cuerpo, sino que también, le permiten tomar posición frente al propio quehacer literario. Así, la escritura, tal como el cuerpo, será una creación subjetiva en constante movimiento que permite a la novela –y de ahí la posición crítica y paródica de Woolf respecto a los estudios biográficos e históricos– dar cuenta de la intimidad del ejercicio escritural del propio escritor: “[…]en una palabra, todos los secretos del escritor, todas las experiencias de su vida, todos los rasgos de su espíritu están patentes en su obra” (183). En definitiva, será la multiplicidad, el movimiento y la creación aquello que Orlando indica como fuentes regenerativas ante la eminente crisis de autodefinición que trae consigo cada intento de positivizar personas, géneros y escritura.

 

Bibliografía

Grau, Olga. “Las implicancias de la figura andrógina para pensar la diferencia sexual” Nomadías 16 (2012):187-196.

Loraux, Nicole. Las experiencias de Tiresias, lo masculino y lo femenino en el mundo griego, Buenos Aires: Biblos, 2003.

Woolf, Virginia. Orlando, Barcelona: Edhasa, 2005.

Experiencia, cuerpo y mente.

María Andrea Guzmán Pallán

 

 

 

El mundo y los seres humanos mantienen una relación procelosa, pues se dedica una vida a la búsqueda de la satisfacción a través de lo que se deduce que el propio mundo ofrece, incluso obligándolo y arrastrándolo a un vórtice donde ambos son arrojados uno al otro. En este proceso el individuo crece, se desarrolla dentro del útero cultural que lo moldea y del cual forma parte como un todo experiencial que está conformado por una mente y un cuerpo, los cuales están unidos y de manera homeostática permiten vivir, experimentar y relacionarse con la realidad a través de las emociones, sentidos, pensamientos, gestos y movimientos. Todas estas características que posibilitan estar encarnados dentro de las interacciones sociales no son estáticas, ya que responden a estímulos externos e internos, a lo biológico y cultural, dualidades que la autonomía comprende. Pero ¿qué es la autonomía?, A través de la autonomía, el enactivismo desarrolla una teoría de la búsqueda de sentido fundamentada en la organización de los seres vivos. (Di Paolo, 2010). Esto quiere decir que el enactivismo es un enfoque que observa a la naturaleza y la mente como objeto de estudio. Como marco teórico, el enactivismo busca articular ideas que permitan una naturalización de lo mental sin reducir la autonomía epistémica y ontológica de los dominios de la vida, de la experiencia subjetiva y de lo social. La interacción significativa entre el agente y su mundo es lo que permite conocer el proceso que el sistema pasivamente crea y que provoca que el individuo responda a las demandas de un entorno que está constantemente en cambio, es así que el mundo de significados emerge cuando el individuo se encuentra consciente de su propia inserción en el entorno, lo que lo lleva a construir lo bueno y malo, esta duplicidad responde a las prácticas que el individuo acciona, consecuencia de la concomitancia que desarrolla con las normas éticas y morales, lo que le permite la autopoiesis e inserción social. Esta conexión entre agente y mundo es intima, profunda, pues comienza la búsqueda de sentido, de intencionalidad respecto al por qué de las cosas a través de la experiencia. La experiencia es uno de los elementos con mayor importancia en lo que se refiere a la edificación del propio ser humano, pues conlleva el desarrollo de reconocer al otro en estado igualmente experiencial. A medida que se construye la interacción comienza a emerger la base de la intersubjetividad; la otredad. La otredad nos permite comprendernos a nosotros mismos y a los demás, es un ejercicio que posibilita identificar al otro como un agente que posee intencionalidades, creencias, mente y cuerpo. De igual manera, al momento de interactuar con el otro, comenzamos a reflexionar sobre que soy y que no soy, esto contribuye a una práctica de divergencia y convergencia individual que transciende a la autoconciencia. La construcción de la autoconciencia no solo opera a nivel mental, sino se presenta a través del cuerpo, el cual plasma de qué manera se percibe el propio individuo desde distintas temporalidades y como concibe a los demás cuando se encuentran en estas etapas. Existen factores externos que a través de la plasticidad cultural moldean el proceso de edificación de lo que se denomina la autoconciencia. Es un rompecabezas que inicia desde los primeros niveles de consciencia, saber que estoy en un mundo que contiene otros individuos, los cuales a su vez, están en constante interacción con la sociedad , por lo cual se encuentran inmersos en una cultura y un entorno ambiental , estos dos estarán en una correlación de dilataciones, compitiendo uno con otro y los seres humanos en medio, siendo parte de este proceso, la cultura y el medio ambiente se encuentran en confrontación porque se les induce a estar así, parece necesario alterar a los dos para que respondan a las propias necesidades y deseos, los cuales están influenciados por fenómenos biopsicosociales que distorsionan la percepción continuamente. Este caos mantiene un orden en la propia matriz del sistema, pues cuerpo y mente se encuentran unidos, no son entes aislados que operan de manera alejada, esto implica que la propia comprensión de la interacción social se lleva a cabo en diversos estados, de manera neurológica, sensorial, gestual, en lenguaje y movimiento. Esto permite al cuerpo conocer al mundo, pues las acciones que se desatan por estos procesos funcionan como forma de expresar y compartir con otros individuos la experiencia, creando redes de conexión que se hacen presentes en la formación de lo que se percibe como cuerpo, pues es el medio de relación y de significación que se utiliza para crear una identidad que pueda ser percibida de manera propia y a su vez pueda formar parte de la sociedad.

 

Referencia Bibliográfica

Di Paolo Ezequiel A. (2014). El enactivismo y la naturalización de la mente. Basque Science Foundation, 36.

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